domingo, 10 de abril de 2011

Tipos de Violencia

Cambios en las normas comunitarias

Para terminar con la violencia contra la mujer es menester cambiar las normas y actitudes y creencias culturales de la comunidad que dan lugar al comportamiento abusivo de los hombres hacia las mujeres y que permiten que éste persista. Una variedad de normas y creencias son especialmente poderosas y perpetúan la violencia contra la mujer. Entre ellas está la creencia de que el hombre es inherentemente superior a la mujer, que el hombre tiene el derecho a “corregir” el comportamiento de la mujer, que los golpes son una manera apropiada de disciplinar a la mujer, que el honor del hombre está ligado al comportamiento sexual de la mujer, y que los asuntos de la familia son privados y no es apropiado que otros intervengan.
Los programas destinados a cambiar estas creencias deben envolver a la gente en conversaciones en lugar de alejarla por dar la impresión de tratar a los hombres como si fueran monstruos. Para instar a las personas a considerar nuevas normas, los programas han aplicado técnicas como el teatro comunitario y el trabajo en pequeños grupos. En Camboya, por ejemplo, el Proyecto Contra la Violencia en el Hogar patrocinó una compañía teatral ambulante para estimular la discusión sobre la violencia en el hogar y representar modelos del nuevo comportamiento. La compañía actuó en 35 aldeas de diversas partes del país y atrajo multitudes de 5.000 a 30.000 personas en cada representación.
Es posible cambiar las leyes y promulgar los programas que mejor protejan a las víctimas de abuso, hacerle pagar más al agresor e influir en los valores culturales. Pero tal vez más importante es que las leyes cambien para que la mujer tenga más control de su propio cuerpo, de los recursos económicos y familiares y de su vida en general.
Los programas de salud y otras instituciones pueden ayudar a cambiar la percepción —a menudo tan profundamente arraigada que es inconsciente— de que la mujer tiene fundamentalmente menos valor que el hombre.

Cómo pueden ayudar los dispensadores de atención de salud

Es mucho lo que pueden hacer los dispensadores de atención de salud para ayudar a las clientes que son víctimas de actos de violencia basada en el género. Pero los dispensadores de atención de salud suelen perder la oportunidad de ayudar porque a menudo no están enterados de los problemas, son indiferentes o tienen una actitud crítica hacia las clientes. Con capacitación y apoyo de los sistemas de atención de salud, el personal sanitario puede hacer más para responder a las necesidades físicas, emocionales y de seguridad de las mujeres y niñas que sufren abusos.
En primer lugar, los dispensadores de atención de salud pueden aprender a preguntar a las mujeres acerca de la violencia de manera solícita. Pueden ofrecerles su simpatía y apoyo. Pueden ofrecerles tratamiento médico, asesorarlas, documentar las lesiones y enviarlas a servicios de asistencia jurídica y social.
El personal de servicios de planificación familiar y de salud reproductiva tiene obligación especial de ayudar porque:
  • El abuso tiene un serio impacto, aunque poco reconocido, en la salud reproductiva y el bienestar sexual de la mujer;
  • Los dispensadores de atención de salud no pueden cumplir bien sus funciones a menos que comprendan de qué manera la violencia y la condición subordinada de la mujer afectan la salud reproductiva y la capacidad de ésta para tomar decisiones;
  • Los dispensadores de atención de salud reproductiva están en situación estratégica para ayudar a reconocer a las víctimas de la violencia y a conectarlas con otros servicios de asistencia a la comunidad.
Los dispensadores de atención de salud pueden asegurar a las mujeres que la violencia es inaceptable y que ninguna mujer merece que la golpeen, abusen sexualmente de ella o le inflijan sufrimientos emocionales. Como dijo una cliente (379), "La compasión va a abrir la puerta. Y cuando nos sentimos seguras y podemos tener confianza, las cosas son muy distintas."

Digamos: BASTA!!!

VIOLENCIA DE GENERO

La violencia contra las mujeres y las niñas incluye el maltrato físico y el abuso sexual, psicológico y económico. Generalmente se la conoce como violencia "basada en el género" por desarrollarse en parte a raíz de la condición subordinada de la mujer en la sociedad. Muchas culturas tienen creencias, normas e instituciones sociales que legitiman y por ende perpetúan la violencia contra la mujer. Los mismos actos que se castigarían si estuvieran dirigidos a un empleador, un vecino o un conocido, suelen quedar impunes cuando el hombre lo dirige a la mujer, especialmente en el seno de la familia.
Dos de las formas más comunes de violencia contra la mujer son el abuso por parte de sus compañeros íntimos y la actividad sexual forzada, sea que tengan lugar en la niñez, en la adolescencia o en la vida adulta. El abuso por parte del compañero íntimo, también conocido como violencia doméstica, maltrato de la esposa o agresión, casi siempre está acompañado de abuso psicológico y, en una cuarta parte a la mitad de los casos, de relaciones sexuales forzadas. En su mayoría, las mujeres maltratadas por sus compañeros sufren agresiones en numerosas ocasiones. En realidad, las relaciones abusivas se desarrollan comúnmente en una atmósfera de terror.